Su pelo ya lejano y abriendo caminos, se movía con el aire que se la llevaba, libre y hermosa, cálida y fugaz.
La película que se mostraba ante mis ojos se iba destiñendo, perdiendo color, una en blanco y negro, pero ella, ella tan, tan iluminada tan rápida, tan intensa.
El viento la volvía más linda, el aire la renovaba y refrescaba. Mis pensamientos oscilaban en por qué la dejaba ir, por qué la dejaba pasar así, cada vez más lejos, más lejos.
Quería empezar a correr, a correrla a ir tras de ella, descifrándola, pero tenía mucho miedo, siempre se adelantaba, siempre iba primero que yo y que tantos más.
Qué bonita, pero que miedo que le tenía. Y así fue, que la dejé ir, no pude, no pude con ella, y acá estoy a punto de despedirla sin que lo sepa.
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